lunes, 30 de abril de 2012

FOTOGRAFÍAS ANTIGUAS (Y 2).


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jueves, 19 de abril de 2012

NOCHE DE GAMUSINOS


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viernes, 13 de abril de 2012

EL VIAJE


                         EL VIAJE

Una tarde de viernes nublado. La estación de autobuses hervía
de gentes que se rozaban perseguidos del tiempo ¿A dónde irán?
Siempre la duda y la curiosidad viene a mis oídos.
Yo también estoy allí, también divago perseguido por las horas,
confundido en esos minutos predecesores de todo lo que realmente llega.
El viaje comienza, pregunto al conductor la certeza de mi elección.
El viaje comienza, el motor suena encandilado por su traquetear somnoliento.
Todo se mueve, en el coche se mezclan las conversaciones, los olores,
los sabores de los pasajeros; un anciano con su jilguero enjaulado,
adolescentes felices por su regreso a casa discutiendo de fútbol y chicas,
aquella mujer solitaria que, huidiza de todos, se aferra a una maleta sucia
y gastada de años y viajes, quizás, forzados.
El viaje comienza con el leve sonido de la radio que nadie escucha
pero que todos oímos. Atrás quedan los pueblos, atrás sus campos, atrás
las vidas cuyos ojos miran nuestro transito; pasajeros que empeñan
sus recuerdos en el viaje. Sembrados, barbechos, encinares, tierras
azotadas por los hombres, ganados impasivos a nuestro paso.
Hace calor dentro pero los cuerpos, al pasar por ese pasillo estrecho
de ojos curiosos, dejan una estela de frío en esta tarde de niebla misteriosa.
Es otoño, me quedo asombrado viendo las grullas sobrevolar las grandes
llanuras, tan cerca de nosotros; otro pueblo pasado, 
las campanas de su iglesia repiquetean la despedida a lo extraño.
Esta anocheciendo, por fin el sol enrojece los cultivos, las lagunas bostezan
el sueño del agua a través de los riachuelos; 
un castillo a lo lejos, en un monte manchado de alcornoques, 
suspira una raigambre y un orgullo contenidos.
Y entonces llegamos, una ciudad nueva y un verso en el aire
al pasar por su cementerio, en la majestuosa puerta brilla el honor
de los que ahora son aire; con intensa gracia las tórtolas turcas colorean
los cipreses y se balancean en su silencio sepulcral. 
A lo lejos, el campo, mi campo extremeño; 
y una ciudad eterna, cubiertas a estas horas de un resplandor
                          de piedras pardas, la luz palaciega de sus torres. Y entonces me acuerdo
      de Pío Baroja y de una inscripción en una puerta señorial vizcaína:
    “Después de la muerte pervive la fama”.



           Jesús Bermejo BermejoCáceres 2005.