martes, 14 de agosto de 2012

CINCO MINUTOS PARA RESPIRAR...


Quizás no sea para tanto, quizás se está mal acostumbrado, el calor asfixia el asfalto y los coches surcan las carreteras mientras los carteles digitales advierten sobre el gran peligro de arrojar cigarros encendidos por la ventanilla… no lo sé, se lleva todo el año esperando el verano, cuando hace mucho frío nos acordamos de él, en aquellos momentos de lluvia y semanas encadenadas a fines de semana simultáneamente equitativos, donde es posible escuchar a la monotonía en lo más profundo de las heladas… el calor aprieta, da igual donde se trabaje o se estudie, el calor aprieta porque lo que de verdad se desea es encontrar un hueco para respirar, un tiempo determinado dentro de los tres meses para poder mirar a nuestro alrededor y parar un poco el vertiginoso ritmo de la vida.

Entonces llegas al pueblo, descargas todo y te vas a la piscina, te sientas al final, en el bordillo, la gente toma el sol hasta que pita Carlos o Alberto porque este año se cierra a mediodía; coges tus bártulos y te vas a tomar algo… llegas a Naya y te juntas con la cuadrilla y, a la vez, con todas las demás, saludos, ironías, risas, cerveza con limón, caña, tinto de verano, una copita de vino blanco; después, vas a ver al canalla de Manolo “Medalla” que siempre tiene una historia con la que te partes de risa; luego das media vuelta y marchas a ver a Iván el Fonta y a Juli; patatas ali-oli, salchichas, rejos, carne en salsa, ya vas medio comido; alguien lanza <<¿Vamos a la plaza?>> y otro << ¡no hay huevos!>> la frase mágica para ir sí o sí, la última, buf, y ahora, ¿quien se come un plato de cocido?, aún así lo intentas y te echas a siesta, cuando te levantas el dolor de cabeza es insoportable y caes en la cuenta que es la primera siesta de todo el año y tu cuerpo no está acostumbrado; pegas pequeños sorbos al café mirando al infinito porque estás con todo el sueño zumbándote en los oídos, agarras a la “alemana” (mi bicicleta) y pedaleas con ella a la piscina otra vez; hay que preparar las cosas de la peña para las ferias y la semana joven rodacis aún te golpea de soslayo por lo que hay que arrimar el hombro, planteamientos en el transcurso del pensamiento de unos días a la playa que vaguean en tu mente; llegas a casa y pasas por delante del televisor lanzándole una mirada de extrañeza, como si acabaras de ver a un pingüino en el desierto; sales a correr por el camino de la Puente, el recorrido de siempre, el mismo que llevas haciendo desde los 14 o 15 años, el aire golpea tu cara y el sol te ciega unos instantes, tiñendo su dominio, los montes de la Jara, de color cada vez más rojizo, La Puente se desdibuja en el valle mientras arriba, en el camino, las acacias que sembró el ayuntamiento resisten milagrosamente, atraviesas la Puente Nueva y recuerdas lo dura que es la cuesta hasta que llegas al final del cerro para luego volver, la tranquilidad es absolutamente cautivadora y no puedes decir una palabra a los transeúntes que te encuentras porque estas demasiado sofocado, por lo que te limitas a levantar la mano, a modo de saludo.
El sol da sus últimas bocanadas y la gente empieza salir “al fresco”; desde el ciber la carretera es una gran espada que corta la tierra en dos y, a esas horas, la dehesa es lo que más se parece al mar por los alrededores; te sientas fuera con un litro de tinto con fanta limón y cae, sin quererlo, un periódico viejo de varios días en tus manos: las medallas españolas en estos Juegos Olímpicos londinenses de 2012 llegan a 10 (al final llegamos a 17), pero en nuestra querida España, Sanidad deja en el aire la atención a los sin papeles con dolencias crónicas y un “problema contable” bloquea la ayuda de 400€ de 200.000 parados, mientras el rey (con minúscula, faltaría menos) inaugura el verano desde su palacio en Mallorca y RTVE agoniza de la degolladura a la que la han sometido; nada nuevo, piensas, coges otra vez a la alemana y te das una vuelta por el pueblo, aunque sea tarde las bicicletas están por todos lados y los jóvenes se beben unos litros apostados en los bancos del Corral Concejo, los saludas casi con envidia y te vas a dormir; mientras bajas por la Calle de la Cruz, el aire se mete en tus pulmones con energía, consciente, de esos cinco minutos tan sumamente buscados.

Jesús Bermejo Bermejo      La Cumbre 2012.