Quizás no sea para tanto, quizás
se está mal acostumbrado, el calor asfixia el asfalto y los coches surcan las
carreteras mientras los carteles digitales advierten sobre el gran peligro de
arrojar cigarros encendidos por la ventanilla… no lo sé, se lleva todo el año esperando el
verano, cuando hace mucho frío nos acordamos de él, en aquellos momentos de lluvia y semanas encadenadas a fines de semana simultáneamente equitativos, donde es posible
escuchar a la monotonía en lo más profundo de las heladas… el calor aprieta, da
igual donde se trabaje o se estudie, el calor aprieta porque lo que de verdad
se desea es encontrar un hueco para respirar, un tiempo determinado dentro de
los tres meses para poder mirar a nuestro alrededor y parar un poco el vertiginoso
ritmo de la vida.
Entonces llegas al pueblo,
descargas todo y te vas a la piscina, te sientas al final, en el bordillo, la
gente toma el sol hasta que pita Carlos o Alberto porque este año se cierra a
mediodía; coges tus bártulos y te vas a tomar algo… llegas a Naya y te juntas
con la cuadrilla y, a la vez, con todas las demás, saludos, ironías, risas,
cerveza con limón, caña, tinto de verano, una copita de vino blanco; después,
vas a ver al canalla de Manolo “Medalla” que siempre tiene una historia con la
que te partes de risa; luego das media vuelta y marchas a ver a Iván el Fonta y
a Juli; patatas ali-oli, salchichas, rejos, carne en salsa, ya vas medio
comido; alguien lanza <<¿Vamos a la plaza?>> y otro << ¡no
hay huevos!>> la frase mágica para ir sí o sí, la última, buf, y ahora,
¿quien se come un plato de cocido?, aún así lo intentas y te echas a siesta,
cuando te levantas el dolor de cabeza es insoportable y caes en la cuenta que
es la primera siesta de todo el año y tu cuerpo no está acostumbrado; pegas
pequeños sorbos al café mirando al infinito porque estás con todo el sueño zumbándote
en los oídos, agarras a la “alemana” (mi bicicleta) y pedaleas con ella a la
piscina otra vez; hay que preparar las cosas de la peña para las ferias y la
semana joven rodacis aún te golpea de soslayo por lo que hay que arrimar el
hombro, planteamientos en el transcurso del pensamiento de unos días a la playa
que vaguean en tu mente; llegas a casa y pasas por delante del televisor
lanzándole una mirada de extrañeza, como si acabaras de ver a un pingüino en el
desierto; sales a correr por el camino de la Puente, el recorrido de siempre,
el mismo que llevas haciendo desde los 14 o 15 años, el aire golpea tu cara y
el sol te ciega unos instantes, tiñendo su dominio, los montes de la Jara, de
color cada vez más rojizo, La Puente se desdibuja en el valle mientras arriba,
en el camino, las acacias que sembró el ayuntamiento resisten milagrosamente,
atraviesas la Puente Nueva y recuerdas lo dura que es la cuesta hasta que llegas
al final del cerro para luego volver, la tranquilidad es absolutamente
cautivadora y no puedes decir una palabra a los transeúntes que te encuentras
porque estas demasiado sofocado, por lo que te limitas a levantar la mano, a
modo de saludo.
El sol da sus últimas bocanadas y
la gente empieza salir “al fresco”; desde el ciber la carretera es una gran
espada que corta la tierra en dos y, a esas horas, la dehesa es lo que más se
parece al mar por los alrededores; te sientas fuera con un litro de tinto con fanta
limón y cae, sin quererlo, un periódico viejo de varios días en tus manos: las
medallas españolas en estos Juegos Olímpicos londinenses de 2012 llegan a 10 (al final llegamos a 17),
pero en nuestra querida España, Sanidad deja en el aire la atención a los sin
papeles con dolencias crónicas y un “problema contable” bloquea la ayuda de
400€ de 200.000 parados, mientras el rey (con minúscula, faltaría menos) inaugura el verano desde su palacio en
Mallorca y RTVE agoniza de la degolladura a la que la han sometido; nada nuevo,
piensas, coges otra vez a la alemana y te das una vuelta por el pueblo, aunque
sea tarde las bicicletas están por todos lados y los jóvenes se beben unos
litros apostados en los bancos del Corral Concejo, los saludas casi con envidia
y te vas a dormir; mientras bajas por la Calle de la Cruz, el aire se mete en
tus pulmones con energía, consciente, de esos cinco minutos tan sumamente
buscados.
Jesús Bermejo Bermejo La Cumbre 2012.