jueves, 22 de mayo de 2014

ADOLESCENTE DE PUEBLO


Eh tú, si tú, que andas por ahí por las calles de La Cumbre como un sonámbulo, que a tu padre le tienes preocupado, bueno, en realidad, tu padre se preocupa por todo y demasiado, pero el caso es que me ha contado que no sabe qué hacer contigo; o no sales de casa o no entras, no hay término medio; no encajas con tus amigos y las costumbres del pueblo te la pasas por la bisectriz de Lucía Lapiedra. Me ha dicho que te escriba algo, que te gustan los “aretes” que pongo en mi blog, que los lees y te llaman la atención, que no eres mal chico en casa y en el instituto te defiendes; pero que hay algo que no acaba de encajar en las piezas y objetivos que todos los padres quieren para sus hijos.

La vida se levanta sobre los campos cuando sus rayos se cuelan por la ventana de tu cocina, un colacao rápido y una magdalena, la mochila y arreando; en la esquina te espera el Sopas y Menganito, sí, lo sé, son los amigos que te han tocado, tú no los has elegido, esa determinación se hizo porque son de tu misma edad; a pesar de que no tenéis nada, o muy poco, en común, estáis condenados a compartir trinchera en todas las batallas que van poniendo los años, recuerdas eso y te resignas; el “Sopas” ya ha encendido el porro mañanero, te lo pasa y le das una calada, sienta bien mientras ves el clarear del cielo pero, acto seguido, lo ocultas ingeniosamente cuando os cruzáis con Manolo, que asalta la calle mientras bailan sobre su cinturón un montón de llaves, ausencia de saludo, os mira con una mezcla de desprecio y superioridad ingenua pero vosotros continuáis. Ya en el banco del antiguo quiosco de Nicolás, por fin, Menganito fuma del porro, tu sabes por qué ha esperado, se ha escondido para que nadie le viera, te fijas en él y te imaginas a su madre, en el Naya, con las amigas, diciendo eso de <<pues mi hijo no fuma porros>>, <<y un jamón señora>> piensas mientras le observas dar caladas profundas.

El Instituto es el mundo que conoces más allá de La Cumbre, ya hace tres años que habéis dejado el refugio escolar cumbreño y os habéis aventurado a la enseñanza secundaria en Trujillo; el Instituto es un universo donde las tías están más buenas y son más simpáticas porque son de fuera y los tíos son más buena gente porque no tienes que lidiar con ellos en todo momento; pasar lista, lección, cuadernos tupidos de pintadas, las matemáticas son una mierda, la filosofía no vale para nada, no vocalizas bien en inglés; te mandan para leer, en lengua, “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez <<¡pero será pringao el Florentino Ariza ese!>> piensas mientras miras por la ventana distraído, justo en el mismo momento en el que te ordenan que sigas leyendo <<no sé por dónde vamos don Ataulfo>>, <<a la próxima te vas fuera del aula>>; en el recreo te comes el bocadillo con “tu gente”, ya está el Sopas de nuevo maquinando, Menganito no hace caso, anda “apretando” a una de Belén, Karpanta devora su bocadillo de chorizo (luego sufriréis sus eructos en clase), “Lujan” empieza a hacer el tonto con un balón hecho trizas, “Tente” y tú os reis, ya por costumbre <<acho tú, que pasa>> Luján se tira sobre vosotros, <<¿este sábado que?, nos vamos a Trujillo>>, << a las 00:30 pasa el Ricky de Salvatierra>>, <<si no, llamamos a Guaperas>>, << acho tengo la moto zaleá, tengo que cambiar la bujía>>. Esa es otra, la moto, la puta moto que tantas veces has demandado en casa, tú no la tienes y la mayoría de tus amigos sí; se trata de una de las directrices de tu vida que no decides ni tú, ni tu familia ni nadie a tu alrededor, sino que la marcan los padres de tus amigos, y contra la que no puedes hacer nada, empezó uno y les siguieron los demás, el planteamiento hubiera ido de perlas sino fuera porque tu padre es de esos pelmazos que piensa que toda recompensa debe ir condicionada por un esfuerzo por conseguirla <<ya veremos cuando acabe el curso y vengan las notas>> te ha soltado, <<¿y mientras tanto que?>> piensas rabioso mientras te imaginas al corrillo de madres hablando del tema <<su padre ha comprado la moto a Luján porque ha sacado muy buenas notas>>, <<¿Ah sí señora, que le queden matemáticas, filosofía e inglés es sacar buenas notas? venga no me jodas>>.

En el autobús casi siempre os quedáis de pie o sentados en las escaleras, para colmo, el tonto de siempre ha echado la pota en una bolsa y huele fatal; pelea antes de subir, eso es casi familiar <<¡Dios! que gente tan gilipollas>>; Sebastián el tripitidor y sus compinches están en la parte de atrás soltando carcajadas y os lanza amenazas gesticulares a las que Karpanta responde con una buena tocada de huevos. Tus amigos y tú vestís con la ropa que marca la época (sudaderas, camisetas, vaqueros, zapatillas) sin entrar en estereotipos de tribus urbanas porque, en el fondo, sabéis lo que sois y no podéis hacer nada, lo diste por sentado  cuando, el año pasado, en unos carnavales, fuiste a una farmacia de Cáceres a ponerte un pendiente y a tu abuelo casi le da un ataque al corazón cuando te vio <<¿así que de tatuajes ni hablamos no?>>, <<¡vete de mí vista quinqui!>> la gente mayor no entiende.
 

Sentado en la habitación, los deberes deambulan en procesión, podrías hacerlos perfectamente pero los realizas sin ganas, si me apuras, hasta te equivocas adrede, todo te parece una chorrada, ¡menudo método educativo!, el profesor de historia está loco y la maestra de inglés te tiene manía; para colmo tu madre te recuerda por enésima vez que no le gusta que te “juntes” con el Sopas, Karpanta y Luján <<¿y con quien me junto mamá?>>, <<pues con Tente y Menganito que son más formales>>, ella no entiende que sois “el grupo” y este no se puede separar así como así, no se puede hacer un juicio y dictar una sentencia ilógica basada en un sistema socio-mierda-te-junto-por-la-apariencia-que-tienes; pero no las explicas eso, la somnolencia se apodera de tu espíritu y  la imagen de un melón estrellándose contra el asfalto de la carretera te viene a la mente mientras tu madre sigue con la conversación, mejor dicho, con el monologo, y te imaginas al corrillo de madres, otra vez, tomando un trina en el Naya, alabando, sin escucharse las unas a las otras, a sus hijos, te gustaría que aquel melón estrellado se empotrara sobre la mesa y todas salieran completamente manchadas, enormes manchas viscosas resbalando sobre palabras infladas de elogios absurdos jajajaja <<¿me estas escuchando?>>, <<si mamá, si>>.

Por fin sales, en tu vieja bicicleta de montaña a la que le falta un poco, bueno, bastante 3 en 1 pero te da igual, la cuestión es que subes con ella a la plazoleta de la Iglesia a catequesis, otra característica que caracteriza tu característica vida de adolescente de pueblo, con un tímido parpadeo al observar a tus amigas, o a las tías como vosotros las llamáis, apelotonadas en los bancos al lado de la casa del cura, a punto de escuchar las reflexiones morales y cristianas de doña Guillermina, doctora honoris causa en rezos, engalanamiento de altares, lecturas en misa, casullas de sacerdotes y otros menesteres eclesiales. Allí, en la pequeña habitación del salón parroquial, sobre muebles antiguos, posters donde se ve a un Jesucristo hippie con un mar de fondo, la Virgen María sonriendo a una pastorcilla con cara de haberse comido un tripi y un crucifijo hecho con pinzas de la ropa, escucháis la lección de hoy, la que os preparará para ser dignos de la Confirmación, aunque lances al Sopas (en esos momentos con cara de aburrimiento apocalíptico), Karpanta, Tente, Lujan y Menganito miradas cómplices, fácilmente entendibles entre vosotros; porque lo que os interesa de verdad de la catequesis, la confirmación, el cura, el obispo, el cardenal y el papa de Roma es la fiesta que os vais a correr luego, bueno eso, y el intento de enrollarse con alguna de “las tías” que, tan cándidamente, parecen escuchar el sermón de doña Guillermina; justo en el momento en el que Menganito se mete la mano por el sobaco y, en un movimiento familiar, emite un ruido que suena como si alguien se tirara un peo; todo el mundo se ríe, Karpanta hasta llora, a doña Guillermina se le pone roja la verruga de la nariz y manda callar de manera colérica, solo le falta el gorro y la escoba para ser una bruja, piensas tú, luego miras a Menganito que, como un zorro, se esconde entre la algarabía, te imaginas a su madre presumiendo de lo bien que se porta su hijo <<¡y una mierda señora!>>.

La noche empieza a caer, ya está entrando el calor, en la cerca de al lado de “la telefónica”, las chicharras, grillos y demás “bichos” han empezado su particular concierto, evidenciando los asfixiantes meses que vienen, no sabes si con o sin moto, depende de las notas y de tu padre; <<¡joder!>> aúllas al cielo, la tía que te gusta del pueblo se ha bajado con Tente en su bultaco, el muy pijo tiene de todo, seguro que en cuanto se saque el carné está su padre comprándole un coche; y ahí estas tú, con tu herrumbrosa bicicleta, el Sopas y Karpanta, que se ríen de las tonterías de Luján; tú también sonríes y descubres, en ese momento, que adoras a tus amigos aunque tu madre te reprima, más que nada, porque no los has elegido, empezasteis devorando los infantiles mocos de la escuela y ahora compartís las horas icónicas y felices de la adolescencia. Y no sabéis que pasará en el futuro porque a tu edad el futuro es cuando llegue el verano, os confirméis y contemples la ,casi inaccesible, posibilidad de enrollarte con alguna de tus amigas en la fiesta que tenéis preparada, porque eres virgen de todo, hasta de pensamiento; quizá por eso tu padre te nota raro y se preocupa; quizá por eso me ha pedido que te ponga algo en el blog, pero, si te digo la verdad, no sé qué decirte, y tú lo sabes bien, para tus padres el sistema solar de las drogas es un desconocido planeta que ha pertenecido a otra galaxia pero tú lo tienes a la vuelta de la esquina, no has cumplido los 18 pero ya has visto rayas de farlopa sobre la sucia caratula de un CD; hasta ahora habéis esquivado el tema, como José Tomás en una enfurecida tarde taurina, pero el astado va a estar ahí siempre y vas a tener que torearlo una y mil veces, valiente, sin huirle, sin tenerle miedo, para que no te cornee, para que no vapulee vuestras aventuras, que van a ser muchas, ya lo verás. No sé qué decirte, la verdad, si me pongo nostálgico me veo reflejado en un espejo atemporal, solo que sin móvil, con botas Martens y pantalón vaquero negro, haciendo botellón, con un grupo de amigos que se parece al tuyo, en un pilón agrietado al lado del poli, con un casete de cinta regrabable escupiendo canciones de Extremoduro, Reincidentes, Los Porretas, La Polla Records o el Maquina Total 8 y el Bolero Mix 13, da igual, sabes que los de nuestro equipo no tienen inclinaciones subversivas, sabes que nuestras oportunidades viene cogidas por nuestra alma rota, a expensas de los que nos rodea y de la única influencia que tenemos; eso es lo que eres, lo que fui yo también, adolescente de pueblo, una tribu que no es tal, más que nada porque las modas, las costumbres y todas las cosas te las marca el pueblo mismo, hasta tu propio carácter y tu forma de ser; tu padre podrá estar preocupado pero no puede hacer nada, la única verdad es que tú y solo tú eliges tu propio destino y tu propio “tú” interior. Pasaran los años, se acabará el instituto y empezaras una carrera, en Cáceres o más lejos, o te pondrás a trabajar; lo que elijas determinará tu vida, aunque no necesariamente, todo dependerá si te va bien en el trabajo o en los estudios y no la cagas en ninguno de los dos caminos.

 

Jesús Bermejo Bermejo          Madrid 2014