Areté era un concepto de la
antigua Grecia que significaba la búsqueda de lo que, de verdad, deseamos;
provistos, de antemano, de unas propiedades, sin las cuales, no podríamos
encontrar, ni siquiera, un atisbo de recompensa de lo que ansiamos, en el
terrenal espacio donde nos movemos. Designa el cumplimiento acabado del
propósito o función, aunque, para muchos estudiosos del tema, la verdadera
areté es el camino hacia dicho destino, hacia las metas que nos proponemos
alcanzar algún día; así, mientras avanzamos sobre raíles de incertidumbre y
lucha, de recónditos secretos e inesperadas turbulencias, en busca de nuestro
sino, los antiguos griegos vaticinaban que
vamos incorporando cualidades a nuestro espíritu, de manera que, al
subir al pedestal de nuestros objetivos, habríamos alcanzado la areté, la
señal, el fogonazo de luz en la noche oscura, la misma que vierten los faros
sobre espesas yardas de agua marítima; el beso que se extiende de la realidad
al sueño, la esperanza y la satisfacción terca de quien ha peleado hasta el
final.
Así, pausado a través de las
semanas, este blog da rienda suelta a sus historias, cobrando personalidad, sin
angustias feroces ni entelequias en su contenido, tan solo guiado por la
libertad y el deseo, cobijado en un fragor de entusiasmo por las voces que lo
aplauden. Es de una virtud sosegada no tener ni la más remota idea sobre lo que
escribir, una vez terminado el relato, para la siguiente semana o el próximo
mes; es de una amplitud tan atractiva la de temas e historias que sonsacar a
los múltiples medios, en el morir de las tardes, cuando el día se sonroja en
los tejados y las horas discurren apelotonadas en el fluir del tiempo; es,
también, realmente curioso como los personajes, creados o resucitados, van
cobrando forma real, aunque solo físicamente, en los rostros de los/as
compañeros/as, jefes/as, amigos/as, desconocidos/as que deambulan por la vida
de uno, como piezas que van encajando en el destino para que éste sea, en
parámetros casi simétricos, determinado.
De esta manera, Areté (el blog)
va engordando de historias, relatos y anécdotas cuya alma, primordial e
imprescindible, es La Cumbre, nuestro pueblo, en su sencilla estructura y sus
escasos monumentos; en nuestra forma de hablar y de pensar; en las costumbres
hilvanadas a días exactos del año, intachables desde sus orígenes; en el
carácter y su memoria; en esas pequeñas cosas que nos hacen grandes. Areté teje
palabras con recuerdos, saliendo a la calle con la sorpresa de alguna marimanta
en alguna esquina, esas noches veraniegas, donde unos muchachinos van a por
“gambusinos” por los portillos de las cercas, cerca de nuestra ermita de San
Gregorio, observados, a lo lejos, por una luna expectante, redonda y
calavérica, que corona el pico de la sierra de Santa Cruz.
Nuestro blog es capaz de viajar
en el tiempo, adentrarse en fechas exactas y rescatar olvidadas hazañas que
asolan en las esquinas, como la valentía real de Luis Arías Castro en su lucha contra los bandoleros franceses por
defender la honra de su hermana; o la ficticia de Galceran y su sobrino Abem,
a los que hemos dejado con las espadas en alto frente al castillo de Trevejo
para un posterior desenlace; al igual que el estricto juez comisionado Núñez de Avendaño y su curiosa
discusión con el caballero Pedro
Barrantes por la compra de
nuestro pueblo…
A veces, los pasos son más lentos
de los que quisiera, entretenido un domingo por la noche, mirando fotografías
antiguas en el intento de retroceder el tiempo; imaginando que lo consigo al
meter el brazo en el agujero de la cucaña, mientras, encima de la mesa del
salón, descansa ajado, un viejo libro que desparrama, sobre el cristal, versos
de Miguel Hernández. Entonces, otro
día cualquiera, suena el pitido del tren, que anuncia el cierre de sus puertas
y el estallido de una nueva idea en mi mente, doblando la hoja, cierro el
ejemplar de “El Hereje” de Miguel
Delibes; la imaginación se arrastra sobre las letras en el cuaderno,
formando un pacto consensuado en la placidez de quien tiene algo que contar; el
vagón se llena de gente, por un casual, sin pretenderlo, viene a la mente el
recuerdo de Granadilla, la soledad de su paisaje, su estremecedora historia que
prolonga el deterioro de sus muros. Acto seguido, llueve, como todos estos días
atrás, los charcos rebosan en las aceras, en los ríos y los pantanos… ¿estará
cubierta la Torre de Floripes?, ¿se formará un aterrador remolino en su cúspide
y se oirán las voces ahogadas de Fierabrás
y Brutamonte?... la tinta del
“pilot” azul sigue haciendo pequeños trazos, como una hormiga que moja sus
patitas en tinta, y escribe, puedo contar la historia de La Cumbre al hablar
de… la Cruz del Aviador, por ejemplo, y la inercia se cierne sobre el relato
naciente, que evoluciona al aumentar sus líneas.
El blog cumple un año y quiere
seguir recorriendo los arcos de La Huerta, remontar historias de La Jara,
huronear en las peripecias de los/as vecinos/as, desenterrar misterios,
desempolvar escudos, abrir viejos libros y vivir, sin más, esa utopía posible y
helénica. Ante esto, muchos son los que me proponen que hay que hacer algo con
todos estos relatos, recopilarlos en un libro o algo así; yo, simplemente,
opino que, quizá, o no, el libro sea la meta, pero mientras tanto, el blog es
el camino, y en el trayecto, como un antiguo guerrero griego, vamos
incorporando cualidades que nos permitan llegar hasta ese final,
desenmarañando, poco a poco, las veredas, en busca de nuestra Areté.
Jesús Bermejo Bermejo.
Madrid 2012.
* Todos los relatos de este blog están
amparados por el Real Decreto
Legislativo 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el Texto Refundido de
la Ley de Propiedad Intelectual, que en su articulo 17 dice que corresponde al
autor el ejercicio exclusivo de los derechos de explotación de su obra en
cualquier forma y, en especial, los derechos de reproducción, distribución,
comunicación pública y transformación, que no podrán ser realizadas sin su
autorización, salvo en los casos previstos en la presente Ley.
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